Había ahorrado toda su vida para
poder realizar su sueño “Blue Sky” con Lennon. “Sé testigo de ese momento”
decía el slogan que atraía clientes; un cebo para engrosar una larga lista de
fantasías. A Ginger le había llegado su momento, después de mil novecientos
treinta y ocho días, cuarenta y seis mil quinientas doce horas, o sea cinco
años, tres meses y veintiún días.
El contrato que había firmado con
“Blue Sky S.A” era muy limitante por razones de seguridad, y sus cláusulas muy
precisas; se pagaba con la vida cualquier variación histórica. No se podía
hablar con nadie ni intervenir en la acción, mucho menos alterar la escena
agregando o sacando objetos. Solo estaba permitido “ser testigo”.
Las situaciones a elegir, no podían
quedar circunscriptas a escenas íntimas como una relación sexual, o cualquier
otro momento donde los actuantes se hallaran desnudos total o parcialmente.
Ginger tenía tres escenarios posibles para cumplir su sueño; El nacimiento de
John, el momento en que conoció a Yoko, o aquel 8 de diciembre de 1980 cuando
Chapman le disparó cinco veces por la espalda en la entrada del edificio
Dakota. Se decidió por la última.
La ingresaron a una habitación de
color azul, en la que le daba la impresión de estar flotando. Previamente le
sacaron todas sus cosas y le pusieron un localizador. Una voz en off le daba
indicaciones.
Un simple pestañeo, y se encontró
en la entrada del Dakota, en el día catorce mil seiscientos setenta y uno de la
vida de John. Repasó mentalmente los detalles y recordó que alrededor de las
diez de la mañana, John le decía a tres periodistas de la RKO “…tengo la esperanza de
morir antes que Yoko, porque si Yoko muriera yo no sabría cómo sobrevivir. No
podría seguir adelante” y dos horas antes de ser atravesado por las balas, le
confesaba a un técnico, que tenía una extraña corazonada, como si estuviera
viviendo de prestado; “Seguro que después de morir seré mucho más famoso que
Elvis” le dijo, y ambos se rieron a carcajadas.
Ahora, Ginger pudo reconocer a
Chapman, también la limusina desde donde bajaban Yoko y John, cargando algunas
cosas. Segundos antes de que el asesino más odiado, pudiera meter la mano en el
bolsillo para sacar la 38, Ginger, se había abalanzado sobre él. Sabía que para
realizar el viaje le incautarían todo, por eso había estudiado la posibilidad
de atacar al asesino con algo que ya estuviera en la escena.
Lo único contundente, debido al
límite distancia/tiempo, era la grabadora que John llevaba. Sabía que disponía
de segundos para arrebatársela de las manos y golpear a Chapman con toda la
fuerza posible. Y nada la detuvo.
Todo condenado tiene disponible
un deseo, el de Ginger fue ver a los Beatles por última vez. Y mientras
observaba a un John más flaco, calvo y arrugado, sabía que si pudiera volver el
tiempo atrás, le rompería nuevamente la cabeza a Chapman, así como lo sabían los
de “Blue Sky”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario