Dijo: “Deshágase el cielo”. Y se deshizo.
Y tanto sol, ¿para qué?
Ordenó: “Apáguese el Sol”.
De pronto: la súbita noche absoluta. El hielo helándolo todo. El diablo se congelaba.
Quiso rogar: “Hágase el fuego…”. Pero el frío lo paralizó.
Se oyó, arriba, la burla del Gran Lamparero : “¿Queriendo imitarme, eh? Ahora, a bancársela”.
Satán comprendió que debía resolver de otro modo sus problemas de pareja.
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