Hace miles de horas que la rutina
diaria se le esta haciendo insospechadamente hostil; camina los bordes de los
días agotándose, inmóvil, opaca, casi sin voz; conversa consigo misma y no se
responde dejándose con la palabra a flor de piel. Su garganta es el refugio de
miles de abejas dejando el aguijón todas a un tiempo con un oscuro zumbido, el
mundo se ha posado entre sus escápulas, agotado ya el límite de sus fuerzas
sube hasta el último peldaño y sale a mirar los techos del barrio, mira, viendo
el maravilloso espectáculo, se sienta un momento y siente la necesidad de
gritar, llena de aire su diafragma abre la boca y sin sonido salen todas las
palabras nunca dichas; la paz ha vuelto a su cuerpo íntimo, antes de bajar se
toma un momento para ver que las abejas de su garganta se han convertido en
luciérnagas multicolores; ahora ya puede retirarse; el mundo continúa su
derrotero y ella ahora se siente algo más incluida; las luciérnagas le iluminan
el camino de regreso.
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