lunes, 14 de marzo de 2016
Segundas partes - Rogelio Ramos Signes
Estuve llamándolo toda la tarde, sin demasiada suerte, a través de lo que parecía una gran cortina de flecos: “¡Jonás. Jonás!”.
Ya estaba oscureciendo, cuando una vocecita me contestó desde muy adentro: “Ya salgo. Espéreme un ratito.” Y esperé.
Quien apareció no fue Jonás, fue Pinocho, con un olor insoportable y la nariz no tan larga como me hubiese imaginado.
Desilusionado, pero no por eso vencido, seguí insistiendo hasta bastante entrada la noche: “¡Jonás. Jonás!”
Sólo espero que no aparezca Mandrake, o Simbad el Marino. Esto de las reescrituras me tiene un poco cansado.
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Rogelio Ramos Signes
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