Cuando al fin trabaron desde afuera la escotilla hermética de la nave y se dispuso a ingresar en la cámara de hibernación donde permanecería hasta llegar a destino, a Eva le entró la duda. ¿Había cerrado la llave del gas antes de salir de casa?
Una profunda congoja la invadió al comprender que no podría verificarlo. Si alguna vez volvía, seguramente todo habría cambiado y ni siquiera la casa estaría en el lugar donde la estaba dejando. Una lágrima le rodó por la mejilla y mientras se acariciaba el vientre con ternura trató de imaginar un nuevo hogar.
—Bueno —se dijo—. Al menos espero que la vecina haga lo que le pedí y no se olvide de regar los malvones del balcón. ¡Ay! Jamás me perdonaré haberlos abandonado a su suerte.
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Fernando Andrés Puga
Fernando Andrés Puga
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