Las raíces habían crecido en forma desmesurada, con tanto impulso y poder que trozaron la tierra en un fragmento irregular donde crecía un añoso árbol. Las nubes eran ahora compañeras del retazo. El tiempo pasó y el árbol fue mutando. De sus altas ramas creció un macizo rocoso alto y en forma de quebrada. No tiene acceso directo a su cima, por ello no se explica las construcciones palaciegas que se encuentran en ella, ni cómo sus habitantes se abastecen. Pero el colorido de la villa y sus campanarios me hacen desear poder llegar allí algún día.
Acerca de la autora:
Liliana Mabel Savoia
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