Un incidente en un restaurante indio, se demora el pedido y salgo, dejando a mi compañera y su hija (mi hijastra) la cantidad de mi consumo, posteriormente me informan luego de un par de días de ley del hielo (es decir que no me hablaban), que la mujer que sirve y es dueña del restaurante les dice que suponía que yo iba a estar feliz, conversando con mi mujer y mi hija, que no iba a reparar en ese atraso inopinado en servirnos, porque ella en realidad ya nos tenía bien clasificados y supuestos como clientes habituales y estaba prestando más cuidado y atención a otros clientes nuevos, y no tuvo problemas en atribuirme una psicología, una personalidad que se adecuara a sus deseos, vendiéndonos ese cliché y el correspondiente chantaje. Una anécdota, pelos de la cola. Pero posteriormente, en los días siguientes me aflige la paranoia, la inquietud, que no desaparece incluso después de unas cien cuadras de caminatas, de cigarrillos y trago en la noche, en mi departamento, hasta que percibo el globo amarillo e inconfundible de la Luna Llena y reconozco la necesidad de apaciguar al lobo interno, que es un lobezno, ya que me exige unos ires y venires que no se adecúan a mi edad, quizás sí a lo que yo era hace unos treinta años atrás, pero como el inner child de los hippies, esa entidad no sabe de edades. Es entonces que trato de retomar el control y me paso un par de días sin salir, mirando exclusivamente la tele y comiendo bocadillos todo el día, sin fumar nada, sin tomar una gota, y el lobezno se sume de nuevo en las profundidades de la mente y solo me agobia el sentimiento de culpa de ceder ante esta problemática de una vida de consumo en una ciudad occidental, con todo lo que eso implica, cuando millones se debaten en todo el mundo con otros problemas mucho más inmediatos.
Acerca del autor:
Jorge Etcheverry
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Jorge Etcheverry
Jorge Etcheverry escribes magistralmente. Tu estilo particular de transmitir un mensaje, es realmente muy sui géneris.
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