Descubrí que podía lograr que la mente de una persona sana enfermara por el solo hecho de darle una orden destinada a sembrar el caos en su configuración psíquica. Y fui por la vida fabricando paranoicos, esquizofrénicos, maníacos obsesivos y hasta sujetos con el desagradable síndrome de Tourette. Mi maldad parecía no tener límite y poco a poco fui desarticulando la trama social, primero de mi barrio, luego de mi ciudad… Estaba a punto de desquiciar a los más altos funcionarios del país cuando una mente superior resistió el poder de mi don. No podía creerlo. Salí al descubierto y lo encaré.
—¿Cómo es posible? —musité.
—Estamos haciendo esto desde hace tiempo —dijo sonriendo—. Pero nuestra aspiración es mayor que la tuya: nos quedaremos con el planeta Tierra.
Obviamente, enloquecí.
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Sergio Gaut vel Hartman
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