¿La nieve viaja en un pájaro?, se preguntó indignada tía Mecha cuando una fuerte nevada se desató justo en el instante en que ella estaba en la plaza. Salió corriendo para proteger de tan inesperado inconveniente la rizada y negra cabellera, que era su orgullo. Pero más fuerte corría tía Mecha y más se ensañaban los copos con sus rizos. A las pocas cuadras la cabeza se le había convertido en un ciclón y formando torbellinos la elevó por los aires. Fue como si un helicóptero vivo surcara los cielos haciendo girar las aspas blancas y negras a toda velocidad. Desde ese día la tía Mecha no fue vista en ningún lugar del pueblo, aunque los que la conocieron sabían que la tan ansiada libertad se había apoderado de ella, finalmente.
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