—Si el trabajo es salud —dijo Ricardo, tirado en la cama— que trabajen los enfermos.
—El ocio es la madre de todos los vicios —respondió Marta, la mujer de Ricardo.
—Pobre mi madre querida —se lamentó Ricardo, recordando a la pobre vieja—, cuántos disgustos le he dado.
—¿Solo a ella? —se exaltó Marta—. ¿Y a mí?
—El que le roba a un ladrón merece cien años de perdón.
Sergio Gaut vel Hartman
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