—¿Qué hizo! ¡Por favor! La verdad, no lo puedo creer, sinceramente. Estoy consternado. ¡Todo lo que costó hacer esta reforma y mire con lo que sale! ¿Con qué cara vamos a pedirle a la gente que nos visite con recogimiento?
—Mire, señor Obispo, lo lamento si no le gusta mi reconstrucción de la iglesia tan venida abajo. No tenía más que leer lo que ustedes dicen: la Iglesia es un faro. Bueno, yo en lugar del campanario hice una linterna. ¿No es cool la metáfora?
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Héctor Ranea
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