Chuchi era muy insegura. Había crecido rodeada de gente grande y supersticiosa, por lo que todos los días debía escuchar la misma cantilena: no abras el paraguas dentro de la casa, cuidado con el gato negro, no pases debajo de una escalera.
Llegó un momento en que no se animaba a salir de la casa, y cuando lo hacía, caminaba mirando las baldosas para no pisar las uniones, ya que traía mala suerte.
Así transcurrían sus días, hasta que una mañana escuchó ruidos en la puerta de calle. Un sordo clamor invadió el espacio, y venciendo sus miedos tomó el picaporte con decisión y se asomó cautelosa. Se detuvo, asustada y alegre a la vez, porque ante sus ojos estaba la tía Genoveva, quien vivía en Brasil y había regresado a visitar a la familia.
Chuchi no sabía si reír o llorar ante el espectáculo: ahí estaba su tía más querida, regordeta, alegre, simpática, ataviada con un vestido estampado de grandes flores amarillas y un sombrero con frutas; en una mano sostenía con fuerza un canasto del que asomaba una larga cola negra. Alarmada por las cosas que su mamá solía decir de Genoveva, Chuchi dio un paso atrás para cerrar la puerta, pero la tía ya había puesto en sus brazos a Isolina, la gata negra mientras decía:
—Es mi mascota preferida—agregando con rapidez—: ¿puedo entrar?
Chuchi temblando, con Isolina en los brazos la hizo pasar. Genoveva dejó en un rincón su gran paraguas azul y desplegó una escalera portátil para ajustar una lámpara.
—Vine preparada para emergencias —acotó.
—¡Por favor, tía, cierre el paraguas! —Chuchi empezaba a entender por qué su mamá y su tía se llevaban tan mal y preferían mantenerse lejos la una de la otra.
—¿Por qué, m'ijita, si es de un hermoso color?
—¿Cuánto tiempo te vas a quedar? —preguntó Chuchi.
—Todo el que sea necesario —respondió la tía.
Y allí van, tomadas del brazo. Chuchi ya no camina mirando el suelo, va con la frente bien alta, luciendo su espléndida belleza. Pasan debajo de las escaleras, se cortan las uñas los martes, miércoles y viernes, buscan y alimentan gatos negros, y abren sus paraguas, azules y violetas, adentro de la casa, cuando brilla el sol.
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