domingo, 20 de diciembre de 2015

Referentes - Ada Inés Lerner


No hay hechos,
hay interpretaciones.
F.Nietsche

Era domingo por la mañana.
No perdamos la perspectiva, estamos aquí, en Némesis y nosotros, nuestro futuro es lo único importante. Era inusual en mí ese tono y él se sorprendió.
Clara, mi amor, es mi trabajo… es mi planeta el que está en peligro.
Tu planeta, “damm”, los humanos lo han convertido en un infierno, la temperatura quema todo, la foto de los niños que llevaste la última vez se inflamó y ardió. Los humanos son los responsables, tenés una familia aquí, ¿para qué volver?
Porque debo ayudar a mi gente. Te amo, Clarita, amo a los niños… tampoco Némesis es seguro. Subimos al auto.
En cierta forma tenía razón: un asteroide del tamaño de un portaaviones pasó el martes cerca de nuestro pequeño planeta, en el encuentro más cercano de una roca espacial de tal tamaño en más de tres décadas.
Los científicos no habían descartado cualquier posibilidad de una colisión y lo siguieron con sus telescopios para aprender más sobre el objeto conocido.
Él había sido llamado con urgencia desde la NASA.
Estábamos en la pequeña estación de servicio camino al laboratorio especial de Némesis. Como tantas veces años atrás. No sabía cómo impedir que se fuera.
Éramos tan diferentes que resultaba difícil encontrar puntos de encuentro, aún cuando nos amábamos mucho y disfrutábamos de nuestros juegos amorosos, para él era increíblemente erótico jugar con mis seis extremidades, y para mí su cuerpo velludo era una caricia sublime; aún queriéndonos mucho, él era terráqueo y yo nemésina o ET como solía decir.
Me llevaba en su nave desde nuestro hogar en la playa donde desde hacía varios años toda la familia pasaba los fines de semana, feriados largos y vacaciones que le concedían en la NASA, hasta la estación de micros para que luego yo me fuera a dejar a los niños a la escuela y a trabajar hasta que regresara quién sabe cuándo…
Sabíamos que por mucho tiempo ése era nuestro último domingo. Los científicos de la Red del Espacio Profundo lo llamaron porque él debería abordar una nave rumbo a la ciudad satelital.
Ese momento yo ya lo había vivido antes. ¿Cuándo? Con mi padre, con mi esposo y con él, el terráqueo, todos los años, y en todos los encuentros y sin embargo, eso que a mucha gente les da seguridad y fuerza para enfrentar el resto de su vida, a mí me dejaba indefensa como si estuviera ante un fracaso sentimental.
Enorme alegría esperándolo cada vez y más grande la tristeza cuando, por alguna emergencia, me dejaba para volver a la estación espacial... o a su planeta maldito.
Una vez le escribí con desesperación: No te quiero más, y el papel se mojó con mis lágrimas…
Hacía muchos años yo había sido astronauta y volví a sentir el mismo abandono. Huérfana de padre, que falleció en un enfrentamiento espacial, viuda de mi primer esposo, que viajaba por el espacio en largas guardias de seguridad de nuestro planeta e investigador de la Red y ahora él, sentí que en poco tiempo había perdido para siempre los referentes más fuertes.
En cierta medida los hombres más importantes de mi vida...
Él ya se había ido cuando noté movimiento en el edificio de la estación cercana a la ruta. Un Vigilante Espacial, V.E., de los que respiran argónbien pertrechado, entrevió un bulto informe en la ochava bajo un balcón que desprotegía su cuerpo sucio, plagado de garrapatas, invadido de sarna. La senilidad y el abandono le habían destruido el habla pero percibía algunos sonidos.
Quizá era uno de los últimos que habían ingresado en un viaje irregular. Su destino: un hospicio. Su pasado: abandonó y fue abandonado.
El terrícola viejo, fracasado nos decimos los nemésicos, es temido o despreciado por sus semejantes hasta que la vida ya no es vida sino una iniquidad que se arrastra o quizá postrado en estado cataléptico: el cuerpo ya no tiene sensaciones, queda inmóvil, en una postura indefinida.
Finalmente se había convertido en una bestia ilegítima para su sociedad pero no para nosotros, el V.E. lo fundió en una sola mirada y afrontó la llamada telepática desde la morgue que le reclamaba una respuesta.
El V.E. no lamentó perder un rato de esa mañana diáfana de domingo (seguramente sería recompensado) sólo esperó pacientemente hasta que su presa fue abducida y se perdió en las rondas en busca de otro recuerdo.
“No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante”
Quizá no debí expresarme así: palabra errada y bola suelta no tienen vuelta.
Era domingo por la mañana. Otro pequeño asteroide pasó el sábado cerca de Némesis. Esta peligrosa situación se estaba repitiendo con demasiada frecuencia…

Acerca de la autora:
Ada Inés Lerner

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