Me gustan las palabras puras, las que sostienen humanamente un argumento, las que cargadas de significado me colman. Las que hechizan a la medida del interlocutor, las que son capaces de montarse sobre la imaginación. Me gustan las de doble o triple acepción, las homónimas, las homófonas, las de tinte sinónimo o antagónico. Me es fácil creerles; yo les creo en su postura aguda o grave y hasta puedo jugar con el lugar que ocupan. Solamente el ser humano es capaz de usarlas a la medida de sus límites: así es como desde tiempos inmemoriales es más fácil creerle a las palabras que a las personas.
Acerca de la autora:
Ana Caliyuri
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