—Buenas tardes, señor, disculpe la molestia, ¿conoce la
calle Crisólogo Larralde?
—¿A qué altura va?
—A ninguna.
—¡Cómo a ninguna! Tiene que ir a alguna altura.
—¿Cómo que tengo? Quiero ir a la calle Crisólogo Larralde y
le pregunto si la conoce, eso es todo.
—Claro que la conozco, pero me tiene que decir a qué altura
va.
—¿Por qué? No conozco las alturas de esa calle; solo quiero
ir a Crisólogo Larralde.
—Señor, según la altura que me diga, yo le digo qué camino agarrar.
—Del camino me ocupo yo, usted solo dígame dónde está la
calle.
—Señor… ¿qué le pasa?
—Me pasa que quiero conocer la calle Crisólogo Larralde y
usted no me dice donde queda…
—Pero ¿para qué quiere conocerla si no sabe a qué altura va?
—Quiero recorrerla, dejarme perder en ella…
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