—Esto es una encina —dijo el maestro—. Y esto es un pato. —Caminó unos pasos y tomó un arco de los que solían usar los quapaw de Tourima—. Esto es un arma destinada a enviar dardos para que se claven en la carne de los enemigos. —Se rascó la cabeza tratando de definir una estrategia para explicar “solipsismo”, “promoción” y “desamparo”. Recorrió con la mirada a la decena de theghianos recién llegados de Theg que lo contemplaban con la boca abierta. No entendía nada y nunca entenderían. Definitivamente, educar a esos extraterrestres anaranjados, de ojos acuosos y tantos brazos que se parecían a la diosa Kali, era una tarea que lo superaba.
Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman
Mucha inventiva, no los seres extraterrestres todos similares al hombre, pero siempre más feos, por supuesto.
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