“Si la luz del sol es invisible para el búho,
es sólo culpa de ese pájaro y no del sol.”
Cuando la nave bajó en el planetoide LXC 184 nos asomamos en el horizonte. Inspeccionamos la zona de montañas de piedras y cavernas. En algunas pinturas rupestres examinamos trazos, seres antropomorfos que reconocíamos por visitas de tripulantes ovninautas.
—El origen de las naves que ustedes ven puede estar en otros lugares, otros tiempos o en otros planos temporales; sus tripulantes no serían seres humanos sino mutaciones o extraterrestres. —El conferencista hizo una pausa.
—¿Doctor, usted de qué planeta es? —preguntó un estudiante.
—Del más próximo al sistema solar: Alfa Centauri. Nuestras naves vuelan a velocidad desconocida para los terrestres —aclaró el Doctor Osmayor y continuó—. Utilizamos tecnología de avanzada en el espacio y llevamos una extensa historia de viajes interplanetarios.
—No le creo nada —el estudiante terrestre se retiró del salón colmado de científicos y estudiantes del universo.
—Mi objetivo aquí es difundir ciencia, no convencer a los tontos. —concluyó el científico. y el antiguo docente continuó diciéndole a sus alumnos:
—Nosotros, si miramos hacia dentro percibimos el espacio, en cambio el humano se percibe a sí mismo sólo en el tiempo. Quizá porque cree; y creer es lo que nos conecta con las dudas, no lo olviden. Repito: el humano cree que lo único eterno es el tiempo. Algunos investigadores ya avanzaron sobre otras dimensiones.
—Profesor —dedujo un alumno nuevo— ¿será porque el humano desea la eternidad a toda costa, es egocéntrico y no espera nada del universo, que es fundamentalmente espacio?
—No lo conozco, por favor, antes de hablar, preséntese a sus compañeros y a la cátedra. Su pregunta es acertada, para nosotros el espacio infinito existe porque vivimos en él y lo tenemos internalizado.
—Entonces, profesor —dijo Mariska desde el fondo del aula— ¿cómo haremos, en un futuro, lejano o cercano, para convivir, para entendernos?
—Un alto prelado de una iglesia humana dijo “que la paz es posible”, dudo que se refiriera a sus feligreses. Ellos han colocado un gran cuadrante sobre un reloj. Para medir el tiempo, hummm. Aún es muy temprano para que el humano comprenda las diferentes dimensiones del universo en que convivimos. Son observadores, pero el criterio es escéptico.
—¿Deberíamos esperar a que aprendan? —Kuru, mutante de genes humanos venusinos hizo un gesto de impaciencia.
—Si no esperamos, Kuru, todo será un caos y habrá víctimas inocentes de ambos lados. Además, sus religiones principales les han dicho que son los únicos seres inteligentes en la Creación
—Son muy primitivos, profesor —agregó
—Es cierto, Clod —el profesor hizo una pausa reflexiva y los miró a todos —sólo unos pocos respetan la inteligencia de la naturaleza, por ahora todo es investigación y dudas en el humano. Esperemos que la paz sea posible.
Acerca de la autora:
Ada Inés Lerner
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