El chirriar de las bisagras me recuerda el de mis articulaciones. ¡Ufa! Tendré que seguir la recomendación del médico y empezar a hacer los ejercicios que me indicó. No sea cosa que sea cierto lo que dice y empiecen a aparecer dolores en los huesos cada vez más intensos. ¡Ufa! Si no cambio hasta puedo terminar postrado. Ni siquiera levantarme para ir al baño. Se mojarán las sábanas, tendré que tener una asistente que me ayude... En fin, sin duda será un verdadero engorro, ¡y qué humillante! Desde luego ya no podré venir a la oficina y la idea de delegar en otro el manejo de la empresa me saca de quicio. Sería tremendo. Si son una manga de ineptos; buenos para nada. Se irá todo al carajo y junto con todo mi buen nombre. El gimnasio de la esquina parece bueno. Tienen que tener algún especialista que se dedique a problemas como el mío. Sí, podría probar. O si no un personal trainer, solo para mí, sin hacer mucha alharaca, en las horas libres. Acá mismo, en mi despacho. Mmmm.... Sí, creo que va a ser lo mejor. Ya mismo me ocupo; en cuanto termine con este infeliz que se me plantó acá delante del escritorio vaya uno a saber para qué. Seguro que quiere un adelanto. ¡Mirá si voy a estar para adelantos!
—Hola, Bermúdez. Antes que empiece quiero avisarle que está despedido.
—Pero, señor. Yo solo venía a traerle el informe que me pidió.
—¡Ma'qué informe ni informe! ¡Andate de una vez querés! Y cuando salgas ¡tratá de no hacer chirriar la puerta! Gracias.
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Fernando Andrés Puga
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