Thomas Holmes y su colaborador Jack Watson dieron vuelta el cadáver sin ningún respeto. Watson robó el reloj del la víctima mientras Thomas sacaba de su portafolio una extraña tenaza.
—Veo que perfeccionó su instrumento —dijo Jack.
—La dedicación paga —contestó Thomas mientras procedía a extraer los dientes de oro con la herramienta.
—¿Quién fue el culpable de este desastre? —dijo Jack mientras se guardaba la billetera.
—No importa, ya encontraremos a un sujeto a quien todo el mundo odie para que cargue con el asunto —dijo Thomas mientras continuaba vandalizando el cuerpo—. Jack, le tengo un pedido, ¿podrá ser más cuidadoso con las manchas de sangre y tripas en la entrada del edificio? Entiendo que sus juegos con prostitutas son muy satisfactorios, pero no quiero volver a tener quejas del consorcio.
—No volverá a suceder, se lo prometo —contestó Jack.
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