Nos detenemos un segundo antes de entrar al fango de aldeas situadas frente al flanco violento de la montaña. Los científicos y navegantes les han aconsejado a los emigrantes que no se establezcan allí porque los vientos son inestables, directos y complejos y soplan desde diferentes direcciones por lo que se forman dunas longitudinales. Los proyectos mágicos de los futuros pobladores se convierten en sueños caóticos por el frío, el miedo y el viento que laceran las carnes. Nuestra tarea inmediata es alertar a los pobladores sobre la vana apariencia de un desierto viscoso color del fuego. Esta tierra es impredecible y ellos tienen la obligación de no caer en la vana experiencia y fatigan los campos en busca de árboles incesantes de hojas desconocidas. Hay un grito inconsolable de un pájaro que los alerta del clima tormentoso. Y sí, hay raíces, verdes, germinación, ramas, troncos, campos para arar, semillas; sembrar, cosechar serán preocupaciones constantes para los hombres. Buscar bosques, sombras, luces, reflejos, gorgojos, agua, y todo aquello que significa alimento y protección para los suyos. Nuestra nave sigue su periplo buscando nuevas tierras para otros emigrados del Apocalipsis.
Acerca de la autora:
Ada Inés Lerner
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