—Por favor, ¿tiene usted hora? —preguntó el hombrecillo menudo y de aspecto indefenso.
—¿Hora? ¡Aquí tiene su hora! —y le asestó diecisiete puñaladas mortales.
Unos pasos más adelante, una anciana le pidió:
—¿Podría ayudarme a cruzar de acera, joven?
—Naturalmente, señora —y la empujó justo cuando pasaba un camión de gran tonelaje.
—Caballero, ¿podría decirme dónde está la calle Misericordia?
—Le envío directamente, idiota —y apuntó con su revólver a la cabeza del pobre hombre, descerrajándole tres disparos a quemarropa.
Dos manzanas más adelante, después de haber pateado a un perro, siete papeleras y tres coches, se adentró en una iglesia, no sin antes dar limosna a un tullido que pedía en la puerta. Sabía que esos actos eran suficientes para pasar a la siguiente fase del videojuego que acababa de estrenar ese día: “La ciudad amable”.
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Javier López
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