miércoles, 29 de julio de 2015

El final del deseo - Sergio Gaut vel Hartman


—Soy una niña mala, mala —dijo Lolita alegremente, sentada en el asiento de atrás del Buick que devoraba kilómetros por la 38, ya cerca de la Viña.
Nabokov recordó el sabor a menta de la saliva de la nínfula y trató de pensar en otra cosa. Levrero, que ocupaba el asiento junto al conductor le tendió un amargo y el ruso aceptó el porongo sin inmutarse.
—Es esta niña de ficción —rezongó dando una larga chupada—. Se ha metido en mi vida y no me la puedo sacar de encima.
—Meta —dijo el que manejaba, un sanjuanino llamado Rogelio al que se le había pegado la forma de hablar de los tucumanos—. Relájese y goce, maestro, como en las violaciones. —La noche era clara y cálida, serena; y el reflejo del cielo iluminado por la luna le permitió ver las siluetas ondulantes y casi fantasmales de los caballos, que pasaban y pasaban, como mágicamente brotados desde las sombras, a la izquierda de la ruta. Los caballos seguían el irregular borde del arroyo y se disolvían en la nada. Rogelio pensó que sería una buena idea arremeter contra los animales y terminar de una buena vez con el sufrimiento del ruso. Pero Levrero, adivinándole los pensamientos, le sujetó el brazo.
—No lo haga —dijo—. Y no invada ficciones ajenas, que es de pésimo gusto.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman


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