El tipo nos sorprendía siempre que iba. A todos nos daba la sensación de que, entonces, para él la clase de gimnasia pasaba más rápido. Hasta que confesó que ya tenía desarrollada la máquina de bolsillo y que más de diez minutos de rehabilitación cardiaca él no aguantaba. Después me enteré: el vivillo era H. G. Wells.
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Héctor Ranea
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