Según mi madre, el camafeo había estado siempre en la familia.
En algunas ocasiones lo sacaba para alardear con algún invitado sobre su valor y origen. Todos lo miraban fingiendo sorpresa y escuchaban la historia mitad real, mitad inventada, que ella les relataba de prepo.
Comenzaba su fabuloso relato hablando del origen del camafeo, sobre el orfebre que lo había hecho hace cuatrocientos años para una princesa rusa que murió en la víspera de su boda, y que luego de entregarlo a la familia real había desaparecido misteriosamente sin dejar rastro alguno. Que se trataba de una joya única, de un raro cristal. Y para lograr más impacto a su relato, agregaba, que nunca se había encontrado otra pieza de ese cristal, por lo cual muchos creen que el rey hizo destruir el lugar de donde lo extraían, junto con el orfebre.
La última vez que contó la historia, fue al jardinero por ausencia de público. Este la escuchó atentamente y cuando terminó su fabuloso relato, se lo pidió para mirarlo de cerca, y tras una carcajada dijo: —Fíjese, señora, cómo se parece a la Margarita Thatcher.
Acerca de la autora:
Claudia Isabel Lonfat
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