La historia de tu familia, querida Josefina, está plagada de mujeres que causaron temblores y terremotos entre los pobladores de las primeras ciudades andinas fundadas en el siglo XVI. Hasta Villa Rica de Oropesa llegaron tus antepasados, luego de viajar en carabelas, en ferrocarril, a caballo y en camión hasta los recónditos valles perdidos donde llegaban los mineros en busca de fortuna, si encontraban minerales que los cubrieran de oro y plata.
Tu bisabuela murió en olor de santidad. En vida pasaba el tiempo bordando vientos, tejiendo atardeceres, acompañando sacerdotes, seminaristas y misioneros y pintando crucifijos mientras rezaba con fervor, “Señor, danos hoy nuestro orgasmo cuotidiano y líbranos así de toda tentación, amén”.
Su abuela, en cambio, tu tatarabuela, estudió las hierbas, preparó tisanas, recogió bayas, cortezas, raíces y semillas para formar pomadas y ungüentos con el fin de sanar lisiados y accidentados en las minas. Fue partera, curandera, compañera y vio nacer a casi todos los niños del pueblo. Hasta que llegó la Inquisición y fue quemada por bruja en una hoguera.
Acerca de la autora:
Adriana Alarco de Zadra
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