Describiendo el delito perfecto, después de unas líneas sobre el panorama y los alrededores, presenté a los personajes. Conocí a mi pareja en el segundo parágrafo. Era un hombre maravilloso, como un artista de cine, alto, guapo, de ojos celestes y la sonrisa en los labios. Siguió media página sobre nuestro romance, la vida en común y mi vida entre las nubes. Vivíamos felices en todo un abecedario de letras y jardines que no se puede describir en pocas palabras. Un manchón borró una parte de nuestra felicidad. Luego empezó el siguiente párrafo.
Había sido todo perfecto, hasta que me di cuenta de que no era yo la única que había conquistado su corazón. Entre paréntesis se había escondido una de sus amantes. “Clavel” con comillas, punto y coma, que llegó a mitad de la página, luego de haber pasado desapercibidos otros Nombres y Adjetivos femeninos anteriores y menos importantes, subrayadas solamente porque hacían bulto en el ordenador de mi computadora . Enfrenté a mi amado con toda el ansia, la tristeza y la decepción que pude sentir y desgarrar en una hoja de papel en blanco. No pudo aguantar tanta insolencia de una mísera palabra llamada “Tesoro”. Salió un tiro de su pistola. No sangré. Ni siquiera derramé tinta negra ni azul ni roja. Solamente apoyé el dedo en el botón y se apagó la pantalla. Todo quedó en blanco otra vez. El “Tesoro” sigue enterrado. Adiós, hasta otro cuento.
Acerca de la autora:
Adriana Alarco de Zadra
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