martes, 23 de junio de 2015

La cosecha de papas - Adriana Alarco de Zadra


No me puedo levantar. Tiemblo de frío aunque mi cuerpo está caliente por la fiebre. El agotamiento que tengo desde hace semanas no me pasa y cada día estoy más débil. José desea que vaya al campo a cosechar pero hoy ya no tengo fuerzas.
María, me dice, anda, muévete… cómo vamos a terminar de llenar los sacos de papas para vender si estás ociosa… y ya sabes que vienen a recogerlos más tarde. No puedo hacerlo todo aún si llamo a mis hermanos a ayudar. Eres muy holgazana. ¡Levántate! ¡Ya no me sirves!
Pero no es verdad. Trabajo duro como me lo pide aún cuando me manda a sus hermanos al colchón, al atardecer, y no pueda descansar en toda la noche. Pero dice que me quiere. Desea tener un hijo y llamarlo Jesús para así formar una sagrada familia, pero tomo hierbas para no tenerlo porque si no, ¿cómo lo voy a ayudar en el campo? Felizmente él no lo sabe. 
Las mujeres que pertenecen a una familia trabajan para ellos en el campo de día y abren las piernas en las noches, repite siempre José.
¿Será así como la mía, la vida de otras mujeres? Cavar, abrir surcos, sembrar, limpiar acequias, cosechar, llenar bolsas, vender, cocinar la sopa, preparar los quesos con leche de cabra, limpiar, lavar, satisfacer a los hombres de la familia. Las plantaciones vecinas están muy lejanas y, aparte de los mercaderes, nunca tenemos visitantes. De día mastico hojas de coca y de noche fumo marihuana para poder resistir. Quizás por eso a veces no pienso bien y no sé qué contestarle a José o a sus hermanos. Nunca antes me he resistido a hacer las labores que me consignan, porque no me pegan y me alimento bien. Pero hoy estoy mal. Tiemblo tanto que las tablas retumban sobre el catre.
Veo desde el rincón que ha llegado una persona a la puerta de la cabaña. No sé si es un mercader que viene a recoger las papas, pero debe ser un médico. Me examina, me observa, me hace preguntas. Que si he tenido hijos, o enfermedades o sangrados. Si me lleva al hospital podré curarme pronto.
Está averiada, dice el visitante. No puedo darte más monedas.
Veo que José guarda el dinero en una caja y es mucho más de lo que le pagan por las papas. Entre los dos me cargan al camión y me acomodan entre las bolsas llenas de tubérculos de la cosecha de la semana. No han podido llenar más bolsas sin mi ayuda así es que yo formo parte de la transacción. Me llevarán a un hospital que no sé si queda muy lejos y lo llaman prostíbulo. Espero que sea mejor que mi colchón y que me cuiden bien.
Prepárate a abrir las piernas y a sacar la lengua, me dice el doctor, mientras yo tiemblo como una hoja por la fiebre y me acurruco en el fondo cubriéndome con una bolsa de yute que ha quedado vacía.

Acerca de la autora:
Adriana Alarco de Zadra

1 comentario:

  1. Adriana, me han conmovido el cuento y su habilidad para transmitirlo. Es muy duro contado en forma magistral. Permítame felicitarla.

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