lunes, 30 de noviembre de 2015

Plegaria – Sergio Gaut vel Hartman


Los sobrevivientes, desafortunadas criaturas que habitaban las cavernas de la segunda oportunidad, construyeron una nueva religión, sincrética, armada con elementos del cristianismo, el budismo, el judaísmo y la tecnofilia. Veamos una de sus plegarias.

Google nuestro que estás en la compu, cuantificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu búsqueda; hágase tu voluntad en la Tierra como en el cielo, en el espacio y en el futuro sistema financiero. Danos hoy nuestra ración de vitaminas y nutrientes sintéticos de cada día; perdona nuestros errores de cálculo como también nosotros perdonamos a los que lanzaron las bombas; no nos dejes caer en la tentación de construir una civilización como la precedente, muéstranos el camino, líbranos del mal y permítenos alcanzar el Nirvana. Amén.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

No era posible - Paula Duncan


Esa noche el mundo y sus adyacencias le eran desfavorables; el universo entero sentía una marcada oposición hacia su irreverente manera de pensar; no era posible que alguien pusiese en su mirada las decisiones más relevantes de su propia existencia, no podía, no; el motivo era exactamente porque nunca veía lo que los demás y sobre todo porque sus resoluciones eran perfectas... el hábito se estaba haciendo contagioso y eso no era posible de aceptar...

Acerca de la autora:
Paula Duncan

La muerte de César - João Ventura


Riendo a carcajadas, César, Brutus y tres otros senadores salieron con ímpetu del Senado, a los tropezones, claramente borrachos. Uno de ellos contaba una historia obscena que envolvía a una matrona, a su hija y a un esclavo nubio. Los centinelas se alinearon y César les respondió con un remedo de saludo militar.
Brutus y César siguieron caminando, tambaleándose, cogidos del brazo. Uno de los otros seguía bebiendo de un odre que traía, y el vino se escurría por las comisuras de la boca, manchando de violáceo la túnica alba.
El cronomóvil, que había sido sincronizado para los 15 minutos que incluían la muerte de César a las puertas del senado, había accionado la microcámara que registraba todos los detalles.
Julio César se alejó unos pasos, se inclinó y empezó a vomitar. Los otros se rieron.

El Consejo Supremo de los Historiadores escuchaba la exposición del Viajero. Uno de los consejeros exclamó:
—¿No hubo asesinato entonces? ¿Brutus era inocente?
—Precisamente. Al intentar enderezarse, César tropezó y cayó de bruces. Los otros intentaron ayudarle a levantarse, pero estaban tan borrachos que no lo lograron. Murió ahogado en su propio vómito...
—Y usted, compañero, ¿qué pretende hacer con esta información?
—Escribir un artículo para el International Journal of Verified History, por supuesto.
—Eso es lo que yo me temía —dijo el presidente del Consejo y, apuntando al Viajero con una pistola láser, disparó una única vez.
Mientras los robots de la limpieza se llevaban el cuerpo, comentó: —¡No faltaría más, cambiar la Historia tan sólo por una simple verificación in loco...!

Tradución del portugués: Conceição Cruz

Acerca del autor:

Brevísima biografía apócrifa – Javier López


Jesús de Nazaret fue un controvertido personaje que nació y vivió en la región de Galilea, del 0 al 33 después de Cristo (…)
Algunos lo consideraban un visionario (tenía visiones sobre palomas y padres que no eran el suyo), otros un mago (se dice que usando una primitiva tabla de surf sobre el Mar Rojo confundió a sus coetáneos), la mayoría un curandero que supo vivir de algunos de sus éxitos.
Los romanos debieron considerarlo un estorbo, porque buscaron por todos los medios acabar con él. Fue condenado a morir en la cruz, no sin antes haber sufrido una inolvidable pasión por María Magdalena, de la que nadie, incluso hoy día, se atrevería a hacer grandes afirmaciones.
Dicen que reapareció como zombie al tercer día de haber muerto. Nada extraño, porque eso explicaría que durante dos milenios haya sorbido el seso de millones de personas en este planeta.

Acerca del autor:
Javier López

Precisamente, la lluvia – Héctor Ranea


—En un campo que entra el agua, mientras sale de a poco, la sal va secando la lengua de las vacas. Eso, partido en versos de alguna manera que no sé, cantaba un viejo en el almacén de Amanda, en Arroyo Querandí, el profundo.
—La Luna no seca el agua del río, la llena de lágrimas para que le quede más sal y la cigüeña se vaya por donde vino y el flamenco se vuelva rosa en otra primavera —cantaba el paisano.
—¡Documentos! —entró pidiendo el sargento Lacrema, con ese grito especial que tienen los canas.
El paisano seguía llorando la lluvia, no escuchó. Tenía oídos para esas diosas en que él no creía. Al segundo grito del sargento le siguió un tiro de la 45.
—¡Gaucho retobado! —gritó el sargento.
Mucha sangre. Nunca vista en Arroyo Querandí salvo durante el carneo de los chanchos, para los chorizos ¿sabe?

Acerca del autor:
Héctor Ranea

jueves, 26 de noviembre de 2015

Refraneando - Sergio Gaut vel Hartman


—Tendrá que correr mucha agua bajo los puentes, antes de que la sangre llegue al río —dijo el pez, dispuesto a morir por la boca. El pájaro, en la mano de su captor, entretanto, aleteaba desesperado mientras veía que sus cien compañeros de bandada se alejaban volando.

Acerca del autor:

Bisnes ar bisnes - Daniel Frini


Estoy felizmente casado con Analía; tenemos dos hijas: Luciana, de diez y Marisa que el fin de semana pasado cumplió quince años. Analía es abogada, muy buena ¿eh? Trabaja en el centro, en un estudio del cual es socia; especializado en casos de derechos humanos.
Es una época, qué sé yo, interesante. Tiene mucho trabajo, no nos podemos quejar y ella se hizo bastante conocida. Apareció en la tele con Chiche, con el otro ese que sabe armar quilombos al aire… Antes era más difícil, pero ahora hasta el gobierno los apoya. Y es brava, ¿sabe? No la van a pasar por arriba así nomás. ¿Se acuerda cuando el despelote con el fiscal Lopéz? Bueno, fue ella la que sacó las papas del fuego cuando encontró los folios perdidos. Se metió de prepo en el despacho del doctor Saravia, y los sacó de su escritorio. Saravia no dijo nada porque no podía explicar por qué los tenía él…
¿Qué hago yo? Yo…, en fin, tengo una concesionaria de autos importados sobre Libetador, en Olivos, pero en realidad mi verdadero trabajo es, bueno, matar. Si, matar gente, personas. Y es un trabajo muy bien pagado. Y hay mucho, no crea…
Con la concesionaria tapamos las apariencias, pero los capos saben cómo es la cosa. Soy casi, casi oficial.
¡Uh! Hace rato que trabajo de esto. Desde los diecisiete. Claro que empecé por casualidad; y con un poco de suerte nunca caí, y fui aprendiendo el oficio. No sé, ya perdí la cuenta, pero deben ir como doscientos. ¿Se acuerda del caso Barrentes? Bueno, ahí estuve yo. También con el caso de los hermanos Zalazar, el del joyero del Once, el de Ventimiglia; sólo por nombrarle los últimos más conocidos… Y, hay que tener poca sangre, porque si uno piensa qué son … Yo me los imagino como muñecos, y listo. 
Hace unos días recibí un encargo curioso. Debí hacer un trabajito para amedrentar a mi propia esposa. Parece que con un caso que están llevando en el estudio asustaron a un pajarito de la vieja guardia que no debe caer porque sabe mucho de cómo está organizada la cosa.
Dijeron que se había contemplado la posibilidad de anular a Analía, pero desistieron porque sería muy evidente y levantaría mucha polvareda. Entonces, se acordaron de mí, y me dieron el contrato. Me pagaron bien.
Lo ejecuté el sábado, en el cumpleaños de la nena. Desde un teléfono robado de esos que venden en la estación, le dejé un mensaje en el celular a mi mujer, que decía “cuidate vos a partir de ahora”. 
Después, antes del brindis puse dietilglicol en la copa de la cumpleañera. Mi hija murió dos horas después en los brazos de su madre. 
En este trabajo no se puede decir que no.
Bisnes ar bisnes, como dice mi amigo, el yanqui.
Lástima que las tres cuartas partes de lo que gané se me fueron en pagar la fiesta y en el tratamiento de Analía. 

Acerca del autor:
Daniel Frini

Emigrantes – Ada Inés Lerner


Nos detenemos un segundo antes de entrar al fango de aldeas situadas frente al flanco violento de la montaña. Los científicos y navegantes les han aconsejado a los emigrantes que no se establezcan allí porque los vientos son inestables, directos y complejos y soplan desde diferentes direcciones por lo que se forman dunas longitudinales. Los proyectos mágicos de los futuros pobladores se convierten en sueños caóticos por el frío, el miedo y el viento que laceran las carnes. Nuestra tarea inmediata es alertar a los pobladores sobre la vana apariencia de un desierto viscoso color del fuego. Esta tierra es impredecible y ellos tienen la obligación de no caer en la vana experiencia y fatigan los campos en busca de árboles incesantes de hojas desconocidas. Hay un grito inconsolable de un pájaro que los alerta del clima tormentoso. Y sí, hay raíces, verdes, germinación, ramas, troncos, campos para arar, semillas; sembrar, cosechar serán preocupaciones constantes para los hombres. Buscar bosques, sombras, luces, reflejos, gorgojos, agua, y todo aquello que significa alimento y protección para los suyos. Nuestra nave sigue su periplo buscando nuevas tierras para otros emigrados del Apocalipsis.

Acerca de la autora:
Ada Inés Lerner

Probar no cuesta nada - Fernando Andrés Puga


No es sencillo hacer el amor con una hembra de otra especie; ni hablar si cayó del cielo. Son otras sus zonas erógenas y recorrer el mapa de su cuerpo se hace cuesta arriba cuando no estamos entrenados. Nada está en el lugar esperado, nada resulta como se preveía, vamos perdiendo el interés si no surgen las respuestas adecuadas a nuestros devaneos sexuales. Lleva tiempo. Se sufre. Nos genera desconcierto. Nos espanta. Sin embargo, al cabo de un corto tiempo y si logramos superar las dificultades, el premio nos hará ver que bien valió el esfuerzo. Adelante entonces. No hay nada más estimulante que abrirse a nuevas experiencias. Aunque después de todo, las hembras, aún las más cercanas, siempre nos parecerán extraterrestres.

Acerca del autor:

Thomas Holmes, el hermano corrupto de Sherlock – Carlos Feinstein


Thomas Holmes y su colaborador Jack Watson dieron vuelta el cadáver sin ningún respeto. Watson robó el reloj del la víctima mientras Thomas sacaba de su portafolio una extraña tenaza.
—Veo que perfeccionó su instrumento —dijo Jack.
—La dedicación paga —contestó Thomas mientras procedía a extraer los dientes de oro con la herramienta.
—¿Quién fue el culpable de este desastre? —dijo Jack mientras se guardaba la billetera.
—No importa, ya encontraremos a un sujeto a quien todo el mundo odie para que cargue con el asunto —dijo Thomas mientras continuaba vandalizando el cuerpo—. Jack, le tengo un pedido, ¿podrá ser más cuidadoso con las manchas de sangre y tripas en la entrada del edificio? Entiendo que sus juegos con prostitutas son muy satisfactorios, pero no quiero volver a tener quejas del consorcio.
—No volverá a suceder, se lo prometo —contestó Jack.

Acerca del autor:

domingo, 22 de noviembre de 2015

La ciudad amable - Javier López


—Por favor, ¿tiene usted hora? —preguntó el hombrecillo menudo y de aspecto indefenso.
—¿Hora? ¡Aquí tiene su hora! —y le asestó diecisiete puñaladas mortales.
Unos pasos más adelante, una anciana le pidió:
—¿Podría ayudarme a cruzar de acera, joven?
—Naturalmente, señora —y la empujó justo cuando pasaba un camión de gran tonelaje.
—Caballero, ¿podría decirme dónde está la calle Misericordia?
—Le envío directamente, idiota —y apuntó con su revólver a la cabeza del pobre hombre, descerrajándole tres disparos a quemarropa.
Dos manzanas más adelante, después de haber pateado a un perro, siete papeleras y tres coches, se adentró en una iglesia, no sin antes dar limosna a un tullido que pedía en la puerta. Sabía que esos actos eran suficientes para pasar a la siguiente fase del videojuego que acababa de estrenar ese día: “La ciudad amable”.

Acerca del autor:
Javier López

Los espejos de Carlos - Rolando José di Lorenzo


Amaneció tardíamente; el invierno se hacía notar y los primeros rayos de sol arrancaban destellos en el hielo de las ramas de los árboles. Pero a Carlos no le molestaba tanto el frío como tener que levantarse tan temprano. Es una injusticia, pensaba mientras se ponía las pantuflas y lo seguía pensado mientras se lavaba los dientes y se peinaba como podía; siempre despertaba con los pelos revueltos y parados. Se miró por última vez en el espejo y lamentó las arrugas y las bolsas bajo los ojos. Antes de retirarse del baño notó que hasta sus ojos ya no eran los mismos, habían perdido el brillo que tanto le gustaba. ¿Se los opacaba el espejo o la vejez?, se preguntó preocupado.
Salió rápidamente del baño; ese espejo lo trastornaba. Sabía todo lo que hay que saber sobre los espejos, pero igualmente se sentía acosado por ese reflejo burlón. En cambio el del living, que adornaba la pared junto al gran perchero de caoba, al lado de la puerta de salida, era mucho más benévolo, allí se veía bien, su imagen era mucho más parecida a la que él tenía en mente. Tomó el saco y el sobretodo que colgaban del artístico perchero, se terminó de arreglar frente al espejo amigo y salió a trabajar. Hacía eso invariablemente todas las mañanas.
Pero la cosa fue de menor a mayor: cada día, el enfrentamiento con el espejo del baño era peor; hasta que una mañana de primavera, antes de salir corriendo, Carlos sintió que el espejo lo atrapaba, vio claramente como los pelos parados y los ojos opacos rodeados de arrugas, se quedaban en el vidrio y junto con ellos su mano derecha. No esperó más: dio un violento tirón con la izquierda y logró escapar de ese infierno, pero cayó al piso. Fue entonces que notó con horror que solo tenía lado izquierdo y aunque los ojos quedaron en el espejo maldito, seguía viendo. Se arrastró por el piso del comedor y llegó al living. Allí intentó un salto, logró tomarse del perchero y con un esfuerzo más, pudo verse en el espejo amigo que atrapó de inmediato su imagen.
Nadie lo volvió a ver. Los familiares de Carlos y algunos amigos lo denunciaron como desaparecido. Cuando la familia visitó la casa, recorrieron y buscaron minuciosamente por todos los rincones, tratando de encontrar alguna respuesta a la extraña desaparición, pero no hallaron nada. Unos días más tarde se dedicaron a limpiar y entre las cosas que descartaron en un gran contenedor de basura, iba el espejo del baño. No tenía sentido conservarlo puesto que nadie se podía ver en él claramente. Imágenes extrañas, como ojos y manos, aparecían y desaparecían entre horribles distorsiones que modificaban la imagen del que se miraba. Tanta gracia les causaban estos reflejos que hasta jugaron un rato con él antes de tirarlo.

Acerca del autor:

Embragar - Mario Capasso


El buen señor, luego de rascarse la cabeza durante un rato, se dispuso a manejar su propio auto e intentó embragar y poner primera tal como le habían explicado, esa misma mañana, un par de amigos fugaces. En medio de la operación, el auto comenzó a dar un montón de saltitos y, a partir de un instante medio impreciso que no quedó registrado en ninguna parte, mientras el supuesto conductor pensaba en una rana cualquiera y después en un canguro determinado, el motor del vehículo comenzó a caer en una zona de silencio. Así y todo, sin su ruido, con el horizonte subiendo y bajando, con el limpiaparabrisas puesto a funcionar de manera misteriosa, el dúo de auto y chofer llegó a la estación de servicio más próxima. Ya allí, una vez estacionado contra uno de los surtidores, dos o tres testigos del arribo a los tumbos, lo sacaron de adentro, lo palmearon de lo lindo al señor y le auguraron un sin fin de tropiezos semejantes, si es que no se avenía a cumplir con las reglas del buen conducir, que por cierto hasta ese momento no habían incluido, durante esa experiencia de menos de un día, el arte de embragar.

Acerca del autor:
Mario Capasso

Viaje hacia dónde - Pablo Valle


Inventé la máquina sólo para volver a un tiempo en que ella estuviera viva. Cada viaje duraba unos pocos minutos, y yo no podía interactuar con ella, sólo observarla desde una distancia espacial que equivalía, no me pregunten qué quiero decir, a la distancia temporal real que nos separaba. Pero esto no importa. Lo que importa es que, en cada viaje, la encontraba ligeramente distinta. Al principio me gustaba como antes, la amaba como siempre. Después, sus cambios, tanto físicos como emocionales, empezaron a sorprenderme, a disgustarme y. diría, hasta a repugnarme. ¿Cuánto tardé en darme cuenta de que el que estaba cambiando era yo? No sé. Un poco menos que en romper en mil pedazos la máquina, para que nadie, y menos yo, volviera a usarla.

Acerca del autor:
Pablo Valle

Carta encontrada entre los restos de una pila de libros quemados - Julio Ricardo Estefan


Estimado amigo Bachiller:
Si alguna vez revisáis con cuidado entre mis más preciados libros, encontraréis esta carta. La ha ocultado entre estos infolios sólo para hacer un poco más creíble esta última confesión.
Sabed que cuando salí por vez primera en busca de aventuras, comprendía ya lo difícil que me sería encontrarlas por estos parajes inhóspitos, a menos que pusiera todo mi ingenio y mi imaginación a mi servicio. Pero, ¿cómo involucrar a otros, sino haciéndome el loco? Fue el camino más fácil pero ya veis, también el más peligroso: una vez que corrió la noticia, ya no pude demostrar que sólo era una broma, y decidí seguiros la corriente, o ¿erais vosotros quienes me la seguíais a mí?
De cualquier manera, conseguí mi propósito. Tú, Sansón, lo sabéis mejor que nadie, y agradezco que hayáis venido por mí una y otra vez, siguiéndome el juego. Porque sólo eso fue: el último juego de un viejo, un tanto agrio, que quiso darle a su vida algún sentido.
Cuando leáis estas líneas, seguramente ya habré partido. Guardad, querido Bachiller, esta prueba final de mi fingida locura y que todos sepan que Alonso Quijano era un viejo fantasioso, pero cuerdo.
Con afecto, tu estimado,
Don Quijote de la Mancha.

Acerca del autor:
Julio Ricardo Estefan

viernes, 20 de noviembre de 2015

Todos diferentes, todos iguales... - João Ventura


—Mamá, ¿qué es aquello? —preguntó el joven arcturiano, apuntando con dos tentáculos de color rosado, indicación clara de que aún estaba en una etapa asexuada de su evolución.
—No se debe apuntar —corrigió la madre, moviendo una de las antenas de visión hacia la dirección indicada. Enfocando el ojo multifacetado, observó lo que había provocado el espanto del producto de su huevo más reciente.
El hijo mayor, que se distraía saltando sobre tres tentáculos cada vez, miró y dijo, exhibiendo los conocimientos adquiridos en una clase de exobiologia: —Son bípedos. ¿De dónde vendrán, papá?
El padre arcturiano esclareció a su familia.
—En “Noticias de Arcturus” se habló de ellos. Son de un planeta llamado Tierra, que orbita una estrella llamada Sol, en la periferia de la galaxia. Vinieron en misión de contacto y no deben ser hostilizados.
—¿Son buenos para comer? —preguntó el hijo, con el apéndice succionador pulsando por anticipado.
—¿No te enseñaron en la escuela que no se debe comer a otras especies inteligentes? —amonestó la madre.
—Vamos a continuar nuestro paseo —ordenó el padre, y la familia prosiguió su desplazamiento por la avenida marginal, cruzándose con otros miembros de su especie, que saludaban utilizando el ritual que correspondía a la jerarquía relativa, establecida por el riguroso (y muy complejo) protocolo arcturiano. Los más pequeños se adelantaron mientras jugaban a que el hijo mayor fingía anudar dos tentáculos del más joven, que escapaba dando chillidos de satisfacción. 
Y dijo la madre arcturiana: —No comenté nada para no impresionar a los pequeños, pero ellos son tan... anormales, que hasta sentí ondulaciones en la epidermis. Imagina, solo cuatro tentáculos, ¡y dos de ellos reservados para la locomoción!
—Yo no soy xenófobo —replicó el padre arcturiano—, pero no me parece bien que el Consejo Octópodo autorice la entrada de alienígenas en zonas de la ciudad tradicionalmente reservadas al ocio familiar.

Los cuatro terrestres disfrutaban de la primera salida de la nave después del largo viaje. Sergei Schmidt, germano-ruso, el ingeniero de sistemas, filmaba el mar en diversas gamas de frecuencia, pues estaba intrigado con la fosforescencia que por momentos aparecía en la superficie líquida.
Al llegar a la cima de la colina, ingresaron a la avenida que parecía ser un lugar de paseo muy apreciado por los indígenas. Brigitta Eco, exo-bióloga, hija de padre sueco y madre italiana, ajustó la visera del casco para utilizar el modo telescópico, observó unos momentos los arcturianos y exclamó:
—¡Miren qué chiflados son los pequeños!
Joshua Makulela era el jefe de la misión. El transmisor insertado en el oído emitió un estallido y él tuvo que prestar atención a los mensajes que enviaba el control de la nave, informaciones de rutina, confirmación de la reunión el día siguiente con el Consejo Octópodo. Cuando terminó la transmisión, comenzó a oír la conversación que Takuji Barbosa mantenía con Brigitta:
—(...) y antes de entrar a la universidad, mis padres me mandaron un año a Japón. Me quedé en casa de mi abuelo, que era pescador en la isla de Rishiri, próxima al extremo norte de Hokkaido, y fui con él algunas veces pescar lulas gigantes. Eran muy parecidas a estos pulpos andantes; la pesca era trabajosa, pero se obtenían de ellos unos bifes exquisitos. Será que estos...
El nipobrasileiro interrumpió la frase y soltó una carcajada, mirando la expresión de incomodidad del rostro de Brigitta, que además de todo era vegetariana. El jefe se sintió en la obligación de intervenir:
—Barbosa —el tratamiento por el apellido demostraba que estaba molesto —otro comentario políticamente incorrecto como ese ¡y me veré obligado a registrarlo en el diario de bordo!

Título original: Todos diferentes, todos iguais...
Traducción del portugués: GvH

Acerca del autor:
João Ventura

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El afán comercial pierde a las yinns creyentes - Daniel Alcoba


Tan pronto la gualdrapa de brocado damasquino tejida por la yinn (djinn escriben los guiris) Zulema Harac tocó pescuezo y giba de Asifun, el cuasieco se puso de mal humor. Supo al punto el emir de los ejércitos que allí estaba la voluntad de Alá, porque enseguida le vinieron a la memoria las imágenes de la batalla de Los siete contra Tebas. Los cuasiecos del tercer escuadrón del regimiento tebano formaban tres pelotones al mando de un teniente montado en un animal con gualdrapa de firma Zulema Harac. ¡Por eso todos sus jefes de pelotón, y por ende sus cuasiecos se lanzaron a combatir contra él con orgullo de mariscales. Pero lo que amargó a Qobb al-Din fue el recuerdo de la mentida exclusividad que le prometiera la efrita o yinn fémina: "solo tejo gualdrapas para los futuros héroes". Zorras de zurda coja son las yinn, aunque sean creyentes.

Acerca del autor:
Daniel Alcoba

El árbol de los ahorcados - Ana María Shua


El árbol de los ahorcados da fruto varias veces por año. Después de la cosecha, se siembran los frutos enteros, como si fueran semillas, en tierra profunda. Si nos limitáramos a generalizar otros fenómenos que suceden en el planeta, podríamos suponer que crecerá en el lugar otro árbol de ahorcados. Sin embargo, después de un tiempo variable (lo he comprobado en mis periódicos viajes a la Tierra) suelen surgir de la tierra unas losas de piedra, menos efímeras que los vegetales o animales pero incapaces de reproducirse. Es normal que sean estériles las especies híbridas, como en el caso de las mulas.

Acerca de la autora:
Ana María Shua

Mejor así – Héctor Ranea


—Me pareció ver un lindo gatito —protestó mi calandria renga.
—Te habrá parecido —le dije —acá los gatos son bastante fuleros, y eso que me gustan los gatos.
—Me tenés podrida, ignorante. ¿Nunca viste a Tweety?
—¿En persona? Jamás.
—En sus películas, ¡so tonta! —gritó. Pero tanto que el gato la localizó. Mientras la comía viva, la renga me increpaba desencajada, pero como soy una langosta gigante no me caliento. Es más, ya que estaba por almorzarme, pienso que ahora el mundo es más seguro.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Torres - Pablo Valle


Los atacantes han logrado derribar la primera torre.
Los habitantes de la ciudad aún no han podido reponerse de la sorpresa y el horror, cuando la segunda torre es alcanzada y también echada abajo, como si estuviera construida de papel.
Ya no hay nada que hacer: en el aciago año de 1291, San Juan de Acre, último reducto cristiano en Asia Menor, ha sido conquistada por los sarracenos.

Acerca del autor:
Pablo Valle

Al pie de la letra – Javier López


—¡Martínez! ¿Aún no tiene preparado el informe de gastos que le pedí?
—¿El… informe? Disculpe mi torpeza señor Kolmogorov, pero no recuerdo que me haya pedido ningún informe.
—¿Acaso quiere decir que miento? ¿Es que quiere perder su empleo, Martínez? —con su acento ruso alargó cada “r” más que la anterior, hasta llegar a lo dramático en la de su apellido. Ese sonido oprimía el estómago del estresado contable, hasta provocarle ataques de ansiedad—. ¡Exijo que redacte ese informe en-el-ac-to! —y en cada una de esas sílabas golpeó con fuerza sobre la mesa del atemorizado empleado.
Para no contradecir a su malhumorado jefe esa noche Martínez, al tiempo que hacía el amor con su esposa, redactaba el maldito informe.

Acerca del autor:
Javier López

sábado, 14 de noviembre de 2015

Malos bichos – Sergio Gaut vel Hartman


Los alienígenas vienen a la Tierra en busca de emociones fuertes, ya que en sus planetas de origen, alcanzada la utopía, ya no queda gran cosa por hacer. Son ellos quienes han elevado los índices de criminalidad en todos los países y también los que impulsan hacia arriba las estadísticas que ponen al tope los programas de televisión más abyectos, a la vez que susurran a los oídos de los políticos que no inviertan en educación y cultura y que los hospitales son un despilfarro, ya que la gente, tarde o temprano, se muere lo mismo. Se divierten corrompiendo, destruyendo y manipulando. Y cuando regresan a sus casas, les cuentan a sus familiares y vecinos que los terráqueos son un caso perdido, que jamás alcanzaremos un grado de desarrollo como el que tienen ellos y que Utopía seguirá siendo, para siempre, la obra de Thomas More, una ficción.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Perra vida - Enrique Tamarit Cerdá



Peligros Gourmande, La China, era del Perú. Durante las tediosas horas de ocio hablaba de antepasados japoneses para justificar su apodo; a las demás les daba lo mismo, en aquel tugurio todas inventan su historia, aunque sea mal. Es seguro que no hablaba idiomas, pero se anunciaba en los diarios como experta en francés. Para su chulo, Gallo, era la preferida, porque, como era epiléptica, le daba morbo que pudieran agitarla las convulsiones con él adentro. Un funesto día al Gallo se le cumplió el barrunto, para mal, porque a La China le dio el ataque practicándole la especialidad, y como no había manera de que abriese los dientes, desesperado, alcanzó como pudo la faca y le dibujó una amplia sonrisa en la garganta. La pobre no se enteró de nada. A él, en la cárcel le han cambiado el mote, ahora le llaman Capón, que le da mucho coraje, pero traga quina y aguanta, ya no es el de antes; a ver.

Acerca del autor:
Enrique Tamarit Cerdá

Marketing histórico de choque - Daniel Frini


En el templo de Dagón, los filisteos celebran su victoria sobre los hebreos.
Se burlan de Sansón y lo colocan, avejentado y ciego, entre las dos columnas centrales del gran salón. 
Sansón, invoca a Dios, que escucha su plegaria: recupera su fuerza legendaria y derriba los pilares, matando a todos los filisteos y reduciendo el templo a escombros.
Salomón, Rey de los Judíos le dijo a Amalita:
—Quedó demostrado, tu cemento es mejor que el de la competencia inglesa de Gibbs. Será con el tuyo con el que hagamos el Templo de Jerusalem.

Acerca del autor: 

Un laberinto de problemas - Adriana Alarco de Zadra


—Te ayudo con el Minotauro si me das una mano con la Gorgona —exclamó Perseo en el celular.
—Bien —contestó Teseo—, ¿cómo me ayudarías? 
—Trae al Minotauro a la isla de la Gorgona y cuando esté delante de ella, la Medusa lo convertirá en piedra. 
—No será fácil arrastrar al Minotauro fuera de su laberinto. Además, primero debo encontrarlo y puedo quedar convertido en piedra yo también. 
—No te preocupes, cuando ella esté ocupada con el Minotauro cortaré la cabeza de Medusa. 
—Mejor llevo un espejo grande y cuando se mire en él, la Gorgona se convertirá en piedra por su propio poder y luego tú te ocupas del Minotauro…
—Lo llamaré con el móvil para invitarlo a la isla… 
—¿Crees que acepte? 
—¿Lo dudas? Nadie se pierde una cita con esa mujer maravillosa… aunque se convierta en piedra.

Acerca de la autora: 
Adriana Alarco de Zadra

martes, 10 de noviembre de 2015

El héroe de la noche se rebela – Héctor Ranea


Carlites, el inobjetable, era uno de esos superhéroes nocturnos que no tenían prensa. En realidad, no solo no tenía prensa, ni heladera tenía, pero sí tenía una cama.
La mañana que narro, Carlites se levantó a la madrugada y al mear se dio cuenta de que lo hacía gris. Se miró y se vio gris en el espejo, como los de tez blanca que fuman mucho. No se pudo volver a dormir, así que con las primeras horas del alba salió a correr. Un gato gris se le cruzó y al esquivarlo, un auto gris casi lo pisa. Ya con franca luz diurna, los árboles grises y las rosas grises lo alarmaron. Salió disparado para el pañol. El dibujante se había quedado sin tintas de color, otra vez. Esto de pagar la tinta con la que lo dibujaban le estaba resultando cansador y oneroso.
Se fue sin decir más nada, gris pero con dignidad. Inobjetable, como siempre.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Para no salirse del hilo – Daniel Alcoba

 

Pen Thin, mi verdulero chino, nació en Junan pero vivió en Beijing (Pekín), hasta que defenestraron a Jiang Qing, viuda de Mao, con la Banda de los Cuatro. Ho Dan Thin, padre de Pen, era el joyero exclusivo de Jiang Qing. E hizo por encargo de ésta un retrato del presidente Mao Gran Timonel, dibujando la cara de Mao con el texto completo del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. El Gran Timonel estaba tallado en bajo relieve en un troquel de acero que quizá pronto serviría para acuñar millones de medallas o botones metálicos.
Ho Dan Thin fue tan buen maestro de su hijo Pen Thin, que sólo aceptó morirse después de que Pen Thin recibiera su primer encargo artístico: una historia de China de diecisiete millones de caracteres sobre un hilo de plata que no tuviese más de dos milímetros de diámetro; sin salirse del hilo.

Acerca del autor:
Daniel Alcoba

Ciertas herencias - María Rosa Lojo


Ella acaricia sus herencias inofensivas, sedosas como una piel: una almohada de terciopelo donde la oración de las abuelas se arrodillaba, una trenza roja que vivió en una cabeza de quince años, insolente como una carcajada en el lugar de los muertos, un mantón de Manila que las antepasadas se ponían para cantar.
Y la almohada se corre bruscamente para mostrar un pozo desconocido bajo la rótula, y la trenza le rodea el cuello, mordiéndola como una boca de amante, y el mantón la envuelve y se la lleva, enseñándole alas para salir al mundo.

Acerca de la autora:

viernes, 6 de noviembre de 2015

El juego del no lugar - María Elena Lorenzin


Cuentan que en París hay una calle que siempre cambia de lugar, un día aparece en Montmartre y otro por Montparnasse. Los carteros se vuelven locos de tanto sobre sin entregar y los propietarios salen de casa sin saber dónde estará su calle al regresar. Atraídos por el fenómeno llegan turistas de todo el mundo con sofisticados instrumentos de GPS y aunque nunca encuentran la traviesa calle, igual regresan contentos a casa.

Acerca de la autora: 

Cicindela sexguttata - Lilian Elphick


Tengo antojos. Estoy engordando y me canso con sólo dar dos pasos. Lo importante es que la ovoteca ya tiene 5 milímetros. Me crucé con uno que dijo llamarse Gregorio no sé qué. Era muy amable, pero extraño. Habló de su autor, de transformaciones. ¡Hay cada loco en este mundo! Cuando nazcan las criaturas le voy a negar el derecho a visita.

Acerca de la autora:
Lilian Elphick

La conversión - Enrique Tamarit Cerdá


Como cualquiera, alguna virtud tengo, aunque ninguna me viene ahora a la memoria, y son muchos y terribles mis defectos. No debe extrañar, por tanto, que escriba estas líneas desde la prisión, donde purgo horrendos crímenes que no detallaré. Dos hechos triviales pueden, tal vez, redimirme: el hallazgo de una Biblia editada en la versión de Monseñor Straubinger y mi encuentro con el joven maestro artesano del taller de carpintería. Aplicado a la lectura del Libro Sagrado y a las manualidades preveo que hallaré la salvación. Falto de imaginación, recurro a una de las reproducciones de Tissot que ilustran el Nuevo Testamento para copiar en madera de pino una Tau de tamaño natural. Ni la idea misma ni la tosca ejecución dejan indiferente al bondadoso muchacho, que sigue mi tarea con interés y cierta perplejidad. Pronto estará concluido el trabajo y seré, por fin, absuelto (todos lo seremos). Pronto, secretamente (devotamente), lo habré crucificado.

Acerca del autor:
Enrique Tamarit Cerdá

lunes, 2 de noviembre de 2015

Día censurado - Fernando Andrés Puga


Hay un día que se esconde entre el domingo y el lunes. No tiene nombre. Viene siendo ninguneado desde el principio de los tiempos. Es el día en que Dios murió, decepcionado de su obra, cuando despertó luego de su merecido descanso. Acaso eso explique por qué tardamos tanto en arrancar los lunes por la mañana.

Acerca del autor:
Fernando Andrés Puga

Muerte por normalidad - Paula Duncan


Eider estaba algo inquieta esa noche, parecía no poder poner los pies en el suelo; a falta de un lugar de pertenencia sentía que no pertenecía a ningún lado. Estaba rara. Invisible. Transparente. Traslúcida. Pasaban a su lado, o a través; de a ratos, una prístina tibieza la hacía visible, pero su intangibilidad era tanta, que terminaban obviándola. No le preocupaba eso, tenía miles de planos paralelos, perpendiculares y transversos donde podía moverse tranquilamente, aunque a veces se perdía y le era difícil encontrar la salida. Era ahí cuando la soledad se hacía presente y la oscurecía por miles de días en una neblina opaca; su figura apenas se movía, casi podría decirse que se arrastraba en habituales espacios normales, ¡todo parecía tan natural! Pero ella agonizaba y buscó refugio en el único lugar seguro que conocía: la locura.
Entonces... comenzó a revivir escapándole a una muerte por normalidad; sonrió y jugó con un rayo de sol en el patio, hacía frío pero un racimo de pequeñines de diversas formas y colores se pegaron a ella devolviéndole calor, era feliz aunque fuera por unos cuantos nanosegundos y en su recién nacida tibieza pareció recordar unos ojos negros, profundos insondables, amigos; y la locura se hizo más notoria. Se arrebujó en su manta viva y multicolor, y pensó: ¡mañana voy a verlo! No era gran cosa; él recién estaba notando que ella existía, pero nunca nada le fue fácil.
Entró en su casa sonrió normalmente, algo que tranquilizó a todos y se refugió en un libro (pegadita a Julio). Ya no era transparente; estaba cubierta de colores, que solo ella veía.

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